Domingo Arena nació en 1870 en Tropea, Italia, y murió en Montevideo en 1939. Fue periodista, abogado, narrador, además de un destacado político.
Arribó desde Italia con su familia a los siete años y se radicó en Tacuarembó. Pudo realizar los estudios formales que le permitieron viajar a la capital en procura de una formación universitaria, obteniendo primero el título de farmacéutico y luego el de abogado. Supo tener distintos empleos, mientras asentaba su orientación hacia las letras y la política. Se acercó a la redacción de EL DÍA, donde llegó a ejercer múltiples oficios periodísticos, hasta dirigir ese medio en 1904. Su trayectoria política fue meteórica y estuvo indisolublemente asociada a la figura de José Batlle y Ordóñez, a quien dedicó buena parte de su vida y no pocos discursos, artículos e incluso libros.
Fernández Saldaña lo define como un “orador de palabra fácil y persuasiva, brillante sin necesidad de artificios retóricos, fue en las cámaras por mucho tiempo, si no precisamente el líder de la bancada batllista —casi siempre mayoritaria— el genuino intérprete del pensamiento de Batlle, sobre todo en las cuestiones de legislación social”.
Sus incursiones como narrador se dan fundamentalmente en su juventud montevideana. En 1892 agrada con la lectura de “Cuadros criollos” en una velada de la Sección de Estudios Preparatorios de la actual Universidad de la República. Entre 1894 y 1895, participa de dos antologías realizadas por Fernández y Medina, en las que se incluyen “Vida Loca”, “La Doma”, “Paisaje de Sierra” y “Burro de oro”. El compilador, más allá de señalar un estilo “quizás demasiado pomposo”, no vacila en afirmar que Arena “tiene imaginación fecunda y sus creaciones son siempre vigorosas y exuberantes. Nadie daría más relieve que él a los tipos brutales, raros, bouleversés, de la región fronteriza del Brasil, que prefiere para sus cuentos y que conoce bien por haberse criado en ella. Su espíritu es más analista que sintetizador, y cuando describe paisajes parece animado de una especie de panteísmo. Todos los seres y todas las cosas toman para él forma y vida sobrenaturales o exageradas, sin dejar de ser reales”.
Con su muerte, en 1939, se publica Cuadernos criollos y escenas de la dictadura de Latorre, volumen que recoge su producción narrativa, una parte de ella ya difundida a través de EL DÍA bajo el seudónimo “Mercurio”. En el prólogo, Alberto Lasplaces alerta sobre la faceta literaria poco conocida del hombre político: “Había, pues, en Domingo Arena, un escritor de primera fuerza, del que las circunstancias no permitieron la suficiente maduración. Es mucho más lo que, con sus condiciones literarias debidamente disciplinadas, pudo haber hecho que lo que hizo. A pesar de todo, lo que hizo basta para que podamos darnos cuenta de la calidad del escritor que nos hurtó la política y el periodismo, hidra de dos cabezas que en nuestro país desvía y arrebata a tantos temperamentos superiores, mejor dotados para otros menesteres”.